La expresión de las emociones en hombres y animales
difiere en que los hombres hemos desaprendido a gestionarla
Profundizo en el tema del estrés laboral porque creo
que es uno de los grandes males que atacan a los directivos en estos momentos.
Muchos al oír hablar de la palabra estrés temen reconocer el mal que les
produce, bien por su posición jerárquica en la empresa o bien porque en la
sociedad aun está visto como una muestra de debilidad. Hablaremos a
continuación de todo esto. Para comprender el origen del estrés, y sus
consecuencias en el organismo, recomiendo leer ahora el post de febrero http://directivosorg.blogspot.com.es/2012/02/el-mayor-enemigo-del-trabajador-el.html
Recordamos de aquel texto que, ante la aparición del
estrés, pueden suceder 3 cosas.
1) Que la situación que ha
provocado el estrés cese en un corto espacio de tiempo, con lo que nuestro
cuerpo recuperará el tono de reposo sin mayores consecuencias. Este proceso se
denomina ESTRÉS.
2) Que la situación que ha
provocado el estrés no cese en un corto espacio de tiempo, sino que se
mantenga, sometiendo a nuestro cuerpo a una tensión continua. En este caso, se
denomina DISTRÉS.
3) Que la situación que ha provocado el
estrés no sea real (no digo que nunca haya existido, sino que en el momento de
comienzo de la situación de estrés no estaba sucediendo). A este proceso se le
denomina ANSIEDAD.
Nos vamos a centrar en el DISTRÉS, y os voy a poner
unos ejemplos reales para aquellos escépticos que desconfían del poder de la
mente sobre el resto de los órganos. Seguro que os identificáis con alguno de
ellos.
En mi época de estudiante, coincidí con dos hermanos
que estudiaban en la misma clase. Se llevaban un año, pero uno repitió las
pruebas de acceso a la Universidad y allí estaban los dos compartiendo curso.
Al llegar el momento de cada examen, uno de ellos era incapaz de rendir como debía.
El miedo le bloqueaba y normalmente se quedaba en blanco. El otro en cambio,
entraba insultantemente relajado (o eso creía), y era capaz de realizar con
acierto cuantas pruebas le pusieran.
Una semana después de terminar cada periodo de
exámenes, el que se bloqueaba en los exámenes se sentía físicamente perfecto
como para empezar a estudiar de nuevo. En cambio, el aparentemente relajado,
sufría un periodo de gastroenteritis que en varias ocasiones precisó
hospitalización.
¿Cuál era más vulnerable a un periodo de estrés? Pues
lo cierto es que el segundo. Había aprendido a controlar tan bien los síntomas
del estrés, que los terminó interiorizando. No gestionando. Simplemente
“apartando para luego”. Y como él no lo sentía mientras estaba sucediendo, no podía
actuar. “Yo no estoy nervioso”, decía. Pero no era cierto, aunque él no lo
sabía en aquel momento.
En un proceso de selección de directivos se busca
eso, alguien capaz de “controlar su pulso” ante decisiones importantes. Nunca
nos hemos parado a pensar si gestionamos ese estrés o simplemente lo
controlamos y apartamos. ¿Cuántos directivos conocéis con hipertensión, úlcera
gástrica, jaquecas, tics, y una lista interminable de dolencias?
Algunos piensan (quizá tú), que va incluido en el
puesto. Nada más lejos. Un directivo debe estar preparado para soportar la
RESPONSABILIDAD, no el ESTRÉS. No son sinónimos, por más que queramos decirlo para
sentirnos más fuertes.
El DISTRÉS no es sencillo de identificar. Peor cuanto
mejor controles tus emociones. Verás que sufres dolencias patológicas que no
puedes asociar a nada, porque no suceden simultáneamente con la situación de
ESTRÉS.
Paul Mac Lean, quien divulgó la famosa hipótesis del
cerebro triple (y cuyo contenido os puedo contar de manera individual si me lo
pedís por email (lepilatrenado@gmail.com)
por no enrollarme aquí), denominó a ese tipo de pacientes ENFERMOS
PSICOSOMÁTICOS. Gente que mentalmente no sufre las consecuencias del estrés
pero que, al no gestionarlo, terminan dañando su cuerpo (termina saliendo por
algún sitio).
Nunca aceptéis el estrés (o distrés) como parte de
vuestro trabajo. Tenemos que aprender a asumir las consecuencias de nuestras
decisiones. Eso es responsabilidad. Nuestra experiencia y nuestros
conocimientos nos hacen decidir acertadamente (al menos para nuestra escala de
valores). Eso es dirigir. Llegar a casa cansado es normal. Llegar a casa estresado
es un defecto demasiado extendido y demasiado aceptado.
Más adelante aprenderemos algunos ejercicios para
poder gestionar el estrés acumulado.
Por cierto, si alguien se está preguntando por qué
eran tan distintos los hermanos llevándose tan poco tiempo, os diré que hay una
parte de nuestra forma de ser que depende de la educación, experiencias vividas,
entorno, … que es el carácter, y otra parte innata que es distinta para cada individuo,
que es el temperamento. Pues ellos tenían distinto temperamento, por lo que habían
desarrollado distinto carácter. De eso trata todo esto. De conseguir encauzar nuestro
temperamento a través del desarrollo de nuestro carácter. De esa manera el
temperamento no condicionará nuestras acciones, para que ya no sirva el
autoconsuelo de “yo soy así…”