Translate

martes, 31 de marzo de 2015

EMPRENDEDOR. EL REY DE MI CASTILLO

-     ¿Cabeza de ratón o cola de león?
-     ¿Y por qué no cabeza de león?

Cada uno tiene internamente una imagen desarrollada de lo que es y lo que vale como trabajador. De sus puntos fuertes, de sus puntos de mejora, de sus valores añadidos, de sus rendimientos y motivaciones,…; y aunque esa imagen no tiene por qué ser una imagen real, para cada cual será un objetivo fundamental ponerla en escena el máximo posible para cumplir éxitos y evitar frustraciones.

Ser el trabajador que quieres ser trabajando por cuenta ajena no siempre es fácil. Quizá porque el día a día no te permite desarrollar plenamente tus capacidades, porque la empresa no encaja exactamente en tus expectativas, porque el sueldo no es el que mereces, porque tienes un responsable eclipse (que evita que los demás vean tu luz cada vez que intentas brillar), porque el perfil de tu puesto no se amolda a tu imagen de desarrollo o simple y sencillamente, porque no te gusta lo que haces.

Por eso, y porque la creación de empleo por cuenta ajena no atraviesa sus mejores momentos, cada vez son más lo que deciden desarrollar su propia empresa. Y así, se convierten en emprendedores.

Entremezclando definición etimológica de la palabra, con una definición histórica, y dándole el contexto económico actual, se podría decir que un emprendedor es alguien que decide aventurarse empresarialmente, invirtiendo su capital, en una idea productiva innovadora.

Por supuesto esta definición es libre, y mucho prefieren quedarse con la idea de que un emprendedor es alguien que se monta su propia empresa sin más, aunque se dedique a algo que otros desarrollan de igual forma desde hace tiempo. Según mi criterio, eso es un trabajador por cuenta propia, o autónomo. Pero tampoco estamos aquí para conseguir un sillón en la Real Academia de la Lengua, así que cada cual se quede con lo que guste.

Volviendo al tema que nos ocupa, precisamente porque el número de emprendedores está creciendo, nos empezamos a familiarizar con términos empresariales hasta ahora desconocidos para nosotros. Así aparecen:

  • las startups, o compañías emergentes, que son nuevos modelos de negocio que plasman una idea nueva en el mercado;
  • las incubadoras, que son empresas dedicadas acoger esas ideas sueltas y facilitar la creación de una empresa a los ideólogos, a través de formación, microcréditos, etc., a cambio de un precio fijo o de una participación en la futura empresa;
  • las aceleradoras, que proporcionan visibilidad a la empresa a través de publicidad y marketing, para conseguir inversores y poner la empresa en explotación regular;
  • las spin-off, que son empresas creadas a partir de ideas surgidas a través del desarrollo de otras empresas;

Y así hasta el infinito. Cada día aprendo algún término nuevo, aunque generalmente son los mismos de toda la vida pero en inglés…

Pero, ¿qué debes tener en cuenta a la hora de emprender con tu propia empresa? La primera premisa que debes tener en la cabeza es que, dado que no tienes garantizado el éxito, SIEMPRE va a suponer un riesgo. Tu labor previa será cuantificar esos riesgos e intentar buscar medios para minimizarlos, de manera que el riesgo, a pesar de seguir siéndolo, lo sea menos. Aquí van unos cuantos consejos por fases:

  • LA SEMILLA. Una vez tengas claro que te gustaría montar algo por tu cuenta, crea un documento escrito que se llame MI GRAN PROYECTO o algo que te motive cada vez que lo leas.

  • HORA DE PENSAR. Piensa en la idea que vas a desarrollar. Madúrala. Piensa en las mejoras que aporta al mercado, en las necesidades que cubre. Piensa en la competencia. Piensa en tu radio de acción. En el control que podrás ejercer sobre el mercado. Documéntate. En función de la actividad que vayas a desarrollar, busca índices de natalidad, edad media, rentas per cápita, masa salarial, número de pasajeros, horarios laborales, número medio de calzado de la gente, media de días de lluvia,…, lo que sea, que aporte información a tu proyecto. Piensa, piensa, piensa. Para retroalimentar tus pensamientos, expón a gente de tu círculo íntimo (para evitar robos de ideas) tu plan de negocio, y recoge TODOS los comentarios, sean de la índole que sean, y plasma toda esta información en los antecedentes de tu documento escrito.

  • HORA DE CALCULAR. Cuando hayas desarrollado lo suficiente el apartado anterior, y tengas la cabeza a punto de explotar de ideas que van y vienen, es hora de empezar a dar forma. Para ello es el momento de echar cuentas. Debes hacer dos columnas, como toda la vida: INGRESOS Y GASTOS. Debes ser muy conservador con ambos. Aquí debes dedicar el tiempo suficiente, porque aunque te dejes algún ingreso sin calcular, debes tener en cuenta ABSOLUTAMENTE TODOS LOS GASTOS (seguros, gestores, notarios, impuestos, intereses, licencias, salarios, materiales, alquileres, maquinaria, servicios  luz-agua-gas, publicidad, redes sociales y alojamiento web, amortizaciones, etc. y una provisión de gastos completos de al menos 3 meses sin ningún ingreso). Otra cosa a tener en cuenta de nuevo en este momento es la palabra RIESGO. Hay que recordar que los gastos serán al menos los que has tenido en cuenta, y los ingresos puede que no sean los esperados. De hecho, es frecuente aplicar un coeficiente de reducción a los ingresos durante el primer periodo, de manera que quizá el primer año ingreses un 60% de tu estimación, el segundo un 75%, un 90% el tercer año y quizá alcances el 100% de tu estimación a partir del cuarto año. Sé conservador para minimizar el riesgo.

  • HORA DE REPENSAR. Teniendo ya la idea muy desarrollada y la valoración económica, podrás reperfilar tu idea inicial. Cambiar cosas, mejorando o empeorando, en función de los cálculos (lo normal es que después de echar cuentas, tengas que reducir la magnitud de tu idea inicial, aunque no tiene por qué). En función del apartado anterior, quizá también te plantees introducir un socio, bien sólo económico o bien económico-ejecutivo. Debes valorar que a mayor número de personas que decidan, más probable es que dejes parte de tus expectativas iníciales en el tintero, lo que te puede devolver a las frustraciones originales, de manera que nada de esto tenga sentido. También debes tener en cuenta que si el negocio va muy bien, pronto te saldrá competencia, de manera que tendrás que tener en cuenta con el paso del tiempo ciclos de renovación, o reducción de beneficios.

  • HORA DE RECALCULAR. Con la idea definitiva, toca volver a calcular ingresos, gastos, beneficios, para tener una previsión lo más real posible.


Todo debe estar plasmado en tu documento inicial para que puedas evaluarlo una y otra vez. Y si después de pensar y repensar decides aventurarte, aun debes tener en cuenta una paradoja: El momento más cómodo para arriesgar y emprender es tu momento de mayor estabilidad económica (obvio), que será precisamente el momento en el que menos creas que necesites emprender.

Por último, a modo de curiosidad, Marek Fodor propone los siguientes criterios para definir que una emergente ha dejado de serlo:

  • La empresa ha alcanzado jornada completa.
  • La mayoría de personas en la empresa no trabaja más de 12,5 horas diarias.
  • La fuente principal de inspiración ya son las ideas lanzadas por la competencia.
  • Los fundadores ya tienen despachos separados del resto del equipo.
  • La empresa tiene más de 2 años de vida.
  • Los fundadores pueden no estar en la oficina durante varios días, y la empresa sigue funcionando igual (o mejor) que con ellos presentes.

Mucha suerte y feliz emprendimiento