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viernes, 25 de julio de 2014

NEWTON Y LOS RECURSOS HUMANOS

Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes
Sir Isaac Newton


Siempre pensé que la física era, de todas las materias, la que más me completaba, porque era capaz de dar respuesta a todos los fenómenos que me rodeaban. Mucho más lo fue cuando asumí que nosotros, dentro de una organización, somos pequeñas partículas, con más o menos peso específico en función del cargo, pero igualmente sometidos a las leyes de la mecánica que rigen el Mundo.

Así, fue como Newton se convirtió en uno de mis Coach preferidos, como lo fue Heisenberg (si no lo recuerdas, aprovecha ahora para leer Principio de incertidumbre: ¿dónde están mis empleados? ), mostrándome el camino para formar líderes en Recursos Humanos.

Y fue así como las Leyes de Newton cobraron nueva vida para mí, simplemente cambiando el matiz del punto de vista.


PRIMERA LEY DE NEWTON

Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

Lo que traducido a la gestión de los RRHH sería:

Todo trabajador persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

Esto quiere decir que si no intervienes en el procedimiento operativo de tus trabajadores, ellos por si solos trabajarán, si son trabajadores, o no harán nada, si no son tan proactivos. Pero no es exactamente así.

Sobre los trabajadores proactivos (es obvio que los menos activos necesitan fuerzas exteriores que los motiven a rendir), podemos pensar que, igual que decía Newton, sin tu intervención y sin “rozamiento”, siempre desarrollarán su trabajo de igual manera. El problema surge precisamente con ese “rozamiento”. Por muy productivo que sea un empleado, siempre está sometido a desgastes físicos y psíquicos (que al final se convierten de nuevo en físicos), que lo hacen dudar, desmotivarse, enfadarse, y un sinfín de estados emocionales que condicionan su rendimiento.

Es por eso que tu trabajo como responsable es saber dar “ese empujoncito” a cada uno, para que el movimiento de toda tu plantilla sea lo más homogéneo y productivo posible.


SEGUNDA LEY DE NEWTON

El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime.

Esto quiere decir: “En su justa medida y en el sentido correcto”.

La fuerza motriz no se refiere a tus exigencias como jefe. No es un golpe sobre la mesa. Se refiere a tu influencia sobre el sujeto. Si a un trabajador con un rendimiento excelente le exiges más y más, mientras que al resto no, y él es consciente de ello (siempre lo es, tarde o temprano), el rendimiento de ese trabajador bajará. Pero si tu subordinado se siente reconocido, valoras su trabajo y su esfuerzo y eres capaz de aumentar/mantener su motivación, estarás imprimiendo “la fuerza correcta en el sentido correcto”. Igual pasa con un trabajador poco implicado. Si tú, como líder, no dedicas el esfuerzo suficiente a meter a ese empleado en el engranaje productivo (con tanta mano izquierda sea posible antes de usar la mano derecha), no estarás imprimiendo fuerza suficiente, y por tanto, no conseguirás grandes cambios de conducta. Y esto nos lleva a la


TERCERA LEY DE NEWTON

Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria.

Todo tiene consecuencias. Y todo es recíproco. Si eres capaz de ayudar a tus empleados, de darles apoyo (técnico y emocional), ejemplo, motivación, ellos estarán ahí para ti, para tu empresa. Cuando Newton habla de contraria, quiere decir recíproca (de mí hacia ti, y de ti hacia mí). Si transmites ira y despotismo a tus empleados sólo recibirás hostilidad. Si ignoras a tus empleados, sólo obtendrás silencio.


Y ahora, te reto a que observes cómo caen tus manzanas del árbol, y a que actúes antes de que se pudran en el suelo.